27 noviembre 2015

Todo llega


Vivimos en un mundo cortoplacista donde las cosas tienen que ser ya y ahora. Y, gracias a esa cultura de la inmediatez, muchas veces pensamos que todo vale con tal de conseguir nuestros objetivos. No queremos pagar el precio, no queremos ninguna espera. Se nos olvida que si trabajamos con amor y disciplina en lo que queremos, tarde o temprano, todo llega.


Yo lo he vivido en muchos sentidos. Soy impaciente por naturaleza y hace unos años, recién parida, me montaba en la báscula, veía mis 16 kilos de más y pensaba: “voy a hacer la dieta más estricta del mundo porque en 3 meses tengo que entrar en mis jeans talla 8 otra vez”. Estaba obsesionada con adelgazar. Pensaba que si comía 1.000 calorías y hacia 2 horas de ejercicio al día, todos los días, sería, en uno o dos meses, una esbelta mamá de revista.


Me da risa ahora, pero en ese momento estaba convencida. Tanto lo estaba que intente todas esas fórmulas extremas, sin ningún éxito, por supuesto. Se me olvidaba que esos 16 kilos los acumule durante 12 meses, que engordar es más fácil que adelgazar, que ya no tengo 15, que estaba amamantando, que las dietas exageradas no son lo más recomendable. En fin, el tema era mucho más complejo y con montones de variables.  Por fortuna, al poco tiempo recapacité y me relajé.


Entonces decidí comenzar a vivir para mi maternidad con mi nueva figura, y no para ser flaca otra vez. Me enfoque en lo que me hacía feliz, en mi hija, en mi familia, en mi blog, en mi nueva vida. Claro, sin dejar de trabajar en mi objetivo pero sin desesperarme, comiendo mejor, yendo al gimnasio una hora larga, cada vez que podía. Y solo cuando me tranquilice y me enfoque en lo realmente importante, poco a poco los kilos de más comenzaron a desaparecer.


Esta mañana mientras me vestía y pensaba: “¿en qué momento adelgace?”, entendí que si hacemos las cosas como corresponde, todo llega: la talla de tu pantalón, el hombre que esperas, el hijo que deseas, el trabajo que añoras, el tiempo que anhelas, la vida que sueñas. Todo llega si nos enfocamos, sin ansiedad, y trabajamos un poco todo los días por ello.


Hoy, me acuerdo de esos primeros meses, llena de frustración porque no bajaba ni una libra, desesperada porque nada me quedaba y veo, claramente, lo equivocada que estaba pensando que, en ese momento de mi vida, iba a encontrar la felicidad en la talla de mi pantalón y no en el tamaño de mi corazón, en todo lo que mi mente y mi alma necesitaban recibir y entregar.


Me miro a mi misma, y a pesar de esta pequeña victoria siento que tengo mucho aún que trabajar al respecto. Miro a mi alrededor y veo un montón de mujeres igual que yo, dejando de vivir su vida por cuestiones similares, porque quieren resultados ya y ahora sin pagar el precio, sin hacer el trabajo, sin en enfocarse en lo importante, pensando que parte de la felicidad está en llenar las expectativas físicas e intelectuales que los demás tienen de nosotras.

Por eso necesito recordar, permanentemente, que el control de mi vida lo tengo yo y que la solución de aquello que no me gusta (mi peso, mi casa, mi trabajo, mi vida) está en mis manos, y que si le dedico el tiempo, la constancia y el esfuerzo requerido, las cosas cambian y todo, absolutamente todo lo que queremos, llega.


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