14 diciembre 2014

Pedir perdón


A medida que el tiempo pasa, Sara crece y todo cambia. No sólo lo obvio, como los cuidados, las conversaciones, las preguntas y los juegos. Sino también lo más profundo: las lecciones y retos, los desafíos emocionales, la necesidad de empatía, presencia y consciencia.  

Y esto supone que criar a mi hija me pone en evidencia. A medida que nuestra vida juntas se desarrolla, son mucho más claras y frecuentes mis carencias, mi faltas, mi limitada paciencia, mi enorme deseo de control y perfección. Veo todos mis errores ahí, juntos y revueltos, con una frecuencia alta y verdaderamente incómoda. Evidentes para mi y evidentes para ella que cuando yo los paso por alto (inadvertida o deliberadamente), los saca a la luz con desparpajo,  diciendo "mamá, ¿por qué estás gritando?", o "¿eso quiere decir que estoy castigada?". O, de una manera más sutil,  inventando historias, que no son más que la repetición de la situación que acabamos de vivir, en donde, tal cual como en una fábula, recita la moraleja que debo aprender (reconozco, que muchas veces ella tiene más claro que yo, lo que tengo que aprender). 

Tweet: Y en medio de esta maternidad real y accidentada, donde la culpa acecha sin descanso, pedir perdón nos salva.  Nos lleva de una relación de poder a un contacto desde el amor y la comprensión; y tiende una red que nos mantiene a salvo de las heridas involuntarias e inevitables de ser mamá e hija, de criar-nos. 

Tweet: Decir "lo siento" ha sido la mejor manera de aprender entre las dos que cometemos errores y que nos amamos a pesar de ellos , y que ninguna es una heroína perfecta e inmaculada, sino que somos mujeres hermosas y emocionalmente complejas, mágica y preciosamente humanas.

Pedir perdón es nuestra tabla de salvación. Y hemos aprendido a echar mano de ella siempre que lo necesitamos. Después de la ira, el desconcierto o el miedo, decir "lo siento, me equivoque, estuvo mal" nos humaniza, nos pone de nuevo cerca, de manera personal e íntima, de la manera como necesitamos estar. Nos vuelve seres reales, de carne y hueso, llenos de hermosos y malos momentos, eliminando las jerarquías y ese dañino estado de sumisión y control que muchas veces supone la maternidad.

Dis-culparnos, (disculparme con mi hija) nos libera y nos hace humildes e inmensamente vulnerables. Increíblemente y hermosamente vulnerables. Y en esa vulnerabilidad compartida sólo puede haber comprensión y empatía. En esos momentos, por fortuna, sólo predomina nuestro amor y la certeza de que en esa complejidad, sobrevive, se fortalece y crece de formas increibles e insospechadas.

¿Te gusta "La mamá de Sara"? Inscríbete acá para recibir notificaciones de mis entradas directamente a tu mail


Delivered by FeedBurner
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Lilypie Breastfeeding tickers

Yo