20 marzo 2014

Instantes



Ayer, temprano en la mañana, cuando estaba a punto de parquear, me tropecé con una mamá que iba con su bebé de brazos y su niña pequeña caminado por la acera. Por un momento nuestras miradas se cruzaron y nos regalamos una sonrisa sincera, de empatía y complicidad. 

Este pequeño encuentro desató en mí una nostalgia que hace rato no sentía. Unas ganas de ser la Zarina de hace dos años, la que estaba en casa, la que disfrutaba sus días entre pañales, tetadas y paseos al parque. Tuve de nuevo ese sentimiento tan conocido, que casi había olvidado porque no me visitaba hace bastante rato. Añoré, en medio segundo y con una intensidad arrolladora, una vida menos agitada, más hacia dentro, sin tanta exposición, enfocada en lo simple, en una felicidad predecible y sencilla. 

Lo curioso es que en ese instante en que mi ojos se cruzaron con los ojos de esta madre, pude ver en ella una nostalgia parecida a la mía. Mas bien noté la misma nostalgia pero en sentido contrario. Leí en su rostro unas ganas de poder salir de casa a vivir una vida adulta, llena de retos laborales, con la prisa de tener mil cosas en la cabeza, con "independencia", persiguiendo logros y reconocimiento público.

¡Qué ironía! Dos caras de una misma moneda. Dos madres, que se miran a los ojos y se leen tranquila y cristalinamente, que se entienden, que se envidian, que son felices, pero que al mismo tiempo están buscando más. Que en un instante y sin mediar palabra, ven el pasto de su vecina frondoso y mucho más verde que el propio, que pierden el foco o que, tal vez, encuentran su verdadera perspectiva. De instantes como estos, mágicos, poderosos y efímeros, se compone la vida.

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2 comentarios:

Para mi es muy importante saber tu opinión acerca de este post. Por eso, no seas tímido, comenta!! :D

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