02 octubre 2013

Quiero crecer


Soy la mamá de una niña de 3 años. Una niña, que a veces no parece tan niña, y que ayer en medio de su frustración porque no la dejaba ver más televisión me dijo: "Mamá quiero crecer". Al escucharla no pude decir nada, simplemente atiné a abrazarla, mientras sonreía llena orgullo. Me emociona pensar que mi pequeña esta creciendo. Me alegra evidenciar que con esas tres palabras me dijo, sin vacilación, que quiere tomar sus propias decisiones. Y eso tiene un significado inmensamente importante. Es la prueba reina de que la fusión de la diada madre-hija ha terminado y, precisamente por eso, Sara tiene perfectamente claro que es un ser independiente, distinto a su mamá y que puede -y tiene el derecho- de querer, sentir y pensar diferente a mi. Tiene claro que no está en la obligación de complacerme, y que podemos disentir, sin dejarnos de respetar y amar.

Reconozco que sería mucho más fácil y cómodo tener un hijo alineado con mamá. Sería más sencillo tratar de convencerla de que yo soy la dueña de la verdad y la razón, y que, por lo tanto, lo que ella quiera o piense no tiene mucha importancia. En definitiva, implicaría para mi un trabajo menos demandante e intenso, en la crianza diaria. Sin embargo, el costo para mi pequeña sería demasiado alto: adormecería su voluntad, minaría su autoconfianza, destruiría su deseo natural de ser en función de su propia existencia y anhelos personales. Yo misma fui una niña muy pendiente de complacer a mamá y a los demás. Con más miedo a fallarles, que a renunciar a mis sueños. Así que sé exactamente de que les hablo y no es nada sencillo.

No quiero decir con esto que pasar de criar a una bebé "obediente" y "sumisa", a criar una niña "rebelde" y "voluntariosa", sea simple. La realidad es que para mi representa un reto de proporciones inmensas. Es un esfuerzo permanente de empatía y respeto, que implica una dosis gigante de consciencia y paciencia, que muchas veces no tengo y no se de dónde sacar. Implica trabajar en lo que más me cuesta. Ejercitar mi capacidad de negociación. Aprender que merece, desde ya, tomar muchas decisiones de su vida por si sola: qué desea comer, cómo se quiere vestir, que le gustaría jugar o hacer. Implica aprender a lidiar con el sentimiento absurdo de inconformidad que estos desacuerdos cotidianos me generan. Requiere explicarle con amor por qué algunas veces la respuesta es "no", y que eso no significa que su deseo no se valido, que la desprecie por eso, o que la amé menos.

Oficialmente puedo decir que soy la mamá de la niña que quiere crecer, y me siento feliz y complacida  por eso.

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4 comentarios:

  1. Grandioso conocimiento encuentras en sus palabras. Algo estás haciendo bien cuando tu hija es íntegra, libre y con capacidad de reconocer sus deseos, es una ciudadana del mundo de las que el mundo necesita.
    Me reflejo en tus palabras, también yo he vivido expectante a lo que los demás pudieran desear o necesitar, perdiendo la conexión conmigo misma y actuando a veces a la deriva.
    Criar en el respeto no es lo más sencillo, pero nuestros hijos son felices y de camino nosotros nos comprendemos y podemos intentar ser como ellos.
    Besos y abrazos siempre comadre

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  2. ¡oh ! ¿pero en que momento? Todo pasa tan rápido, ya Sara es una niña, grande, decidida, con carácter y también con una gran ternura y sabiduría que nos deja perplejas cuando se expresa de tal manera...
    Felicidades por tu niña, éxito en tu crianza, abrazos amiga.

    ResponderEliminar

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