28 septiembre 2011

Si, yo si quiero

Si, yo si quiero cambiar las cosas. Quiero un mundo distinto, un mundo mejor, un mundo donde tengamos tiempo para nuestros hijos sin renunciar a desarrollarnos profesionalmente, tiempo para ser felices en familia, tiempo para vivir la vida. 

Yo si quiero aportar para que las cosas cambien para bien, para nuestro bien, para el bien de la humanidad entera. Poner un granito de arena para que en España, en Argentina, en Colombia y, por que no, en el mundo entero, la prioridad de todos sea nuestros niños.

Estoy convencida que ya está bueno. Que ya es hora de que lo importante sea lo primero. Que nuestros hijos tengan derecho a ser criados por sus madres y padres, que podamos contar con una licencia de maternidad de por lo menos 6 meses, que tengamos a la mano opciones para trabajar desde casa, oportunidades de trabajo por media jornada, guarderías en las empresas, espacios para laboral y crecer profesionalmente sin tener que abandonar todo el día, todos los días, a nuestros bebes al cuidado de otras personas. Ya es hora que se nos valore por ser madres, por maternar, y no solo por tener un título profesional y producir un cheque mensual lleno de ceros a la derecha (en el mejor de los casos), a costa de la salud emocional de nuestros pequeños, de su felicidad, de nuestra felicidad.

Si, yo si creo que entre todas podemos. A punto de millones de esfuerzos, de unir nuestros deseos, nuestros pensamientos. A punta de muchas palabras a través de estos espacios y de nuestra redes digitales, de esta tribu contemporánea que se teje con post, coments, likes y tweets. Solo necesitamos voluntad, unión y perseverancia. Ya es hora de hacer sentir nuestra fuerza. Es el momento. Nosotras lo gritamos. Nuestros hijos lo necesitan. La sociedad entera esta impaciente por comenzar a calmar la sed de cariño que años enteros de desamor y desapego han generado en su núcleo, en cada familia, en todos los seres humanos.

Yo tengo la fortuna de poder estar en casa con Sara desde que nació. Mis circunstancias me han permitido no perderme de nada, disfrutar cada segundo de sus 14 meses de vida, acunarla, consolarla, mirarla, atenderla, mimarla, besarla, amarla, todo el tiempo que he querido, sin tener que salir corriendo a cumplir con obligaciones laborales, sin tener que dejarla en una guardería o al cuidado de una niñera para poder llegar a las 8:00 a.m. a la oficina, pasando todo el día alejada de ella, gastando mi tiempo de madre, gastando el tiempo de mi hija, en cosas que, en este momento, no son tan importantes. No me imagino como será el día en que tenga que regresar a esa rutina. Solo pensarlo me produce nauseas. Sobretodo, si cuando ese día llega, ella aún no es lo suficientemente grande para entenderlo. Sobretodo, porque sé que encontrar el punto medio, en la profesión en la que me desempeño, es casi imposible. Por que sé que cuando tenga una fiebre, sin importar la edad que tenga, no podré salir corriendo. Por que me perderé de varias visitas al pediatra y muchas salidas del colegio. Por que no estaré para escuchar algunas de sus 1eras palabras. Por que ella sentirá que su mamá no está como ella el tiempo que quisiera. Por que nos haremos mucha, pero mucha falta. Por que ese será un tiempo perdido entre las dos, imposible de recuperar.

Por eso y por que sé que entre todas podemos hacer que la utopia de la conciliación sea una realidad, les dijo que si, que yo si quiero trabajar para cambiar las cosas... tal vez sea hora de que tú también te preguntes que quieres hacer, qué estamos dispuestas ha hacer para que todo esto cambie.

Únete ya a nuestro grupo en facebook haciendo clic aquí y participa de todas las actividades que se están "cocinando" para que exista una Conciliación Real Ya!!

26 septiembre 2011

Gingivo....que?

Si, resulto que la culpable de la inapetencia, de los llantos inexplicables y de los innumerables despertares nocturnos de Sara la semana pasada, es una enfermedad impronunciable y sumamente dolorosa: Gingivoestomatitis Herpetica. Ayer, después de percatarnos que las ulceras de su lengua no mejoraban y que tenía las encías muy, pero muy rojas decidimos llevarla a urgencias para que la revisara el pediatra. Solo basto un pequeño vistazo de la boca y la garganta para que el diagnóstico fuera evidente. Pobre, mi pequeñita Sara!! 

Según nos dijo la pediatra y mi mamá (que es odontóloga estomatóloga) es una enfermedad muy común en los niños y la causa el virus del herpes simple tipo 1 (HSV-1). Comienza con fiebres altas dos o tres días, seguidas de inflamación y sangrado de las encías y ulceras en toda la boca y  garganta, con 7 días de dolor intenso, y 7 días sin dolor, pero con presencia de las ulceras y de la inflamación.  Por fortuna, al parecer, Sara está padeciendo una versión atípica y leve de la enfermedad por que, aunque si tuvo fiebre de 38,5° durante 2 días, fue 10 días antes del 1er brote de ulceras. Además, tiene ulceras pero solo en parte de la lengua y la garganta, acompañada de encías muy rojas e inflamadas pero sin sangrado. Por las fotos que he podido ver de la enfermedad en internet, mi hija esta muy, pero muy bien, nada comparado con las versiones más fuertes de la enfermedad. Que suerte, en medio de las circunstancias, claro. No me imagino lo que sufrirán los niños (y los padres) que padecen de esta enfermedad en todo su esplendor. Lo bueno es que una vez le da, no le vuelve a repetir. Que tranquilidad, por que dos o más episodios de esta tragedia no lo soporta nadie, ni los padres, ni muchos menos los niños. 

¿El tratamiento? analgésicos y soluciones para limpiar y mantener el ph de la boca lo más alcalino posible.  Nada más. Ahhh eso si sobredosis de cariño y consentimiento, acompañados de mucha, pero mucha  paciencia.  ¿De comer? solo lo que Sara quiera, principalmente gelatina, helado, bebidas frías, y, por supuesto, leche materna ;)... Y pensar que tuve que escuchar de todo: que no era nada, que no comía más sólidos por la teta, que se la quitara, que los despertares eran pura mala crianza, que lloraba así porque está muy consentida, que le pongo demasiada atención, que me la tiene montada. Para comprobar una vez mas que cuando los niños tiene un comportamiento fuera de lo habitual no es porque decidieron molestar, sino porque algo les pasa. Menos mal cada día se me hace más fácil ignorar las palabras necias, y escuchar lo que me dice mi instinto de madre y mi voz interior.  

Aunque la administrada del analgésico y demás "medicamentos" es toda una novela (llanto indiscriminado antes, durante y después)  todo lo que le mandaron le está sentando bastante bien, lo que nos permitió disfrutar otra vez de una noche casi sin despertares, como de costumbre. Durante el día solo se decae bastante cuando el analgésico está a punto de perder su efecto, por lo que hay que ser muy puntual al dárselo. En conclusión nos esperan unos unos 10 días, más o menos, de seguir la rutina con los medicamentos al pie de la letra, de muchos helados y mucha pero mucha teta. Seguro saldremos de este episodio más rápido de lo que parece, sin ninguna secuela grave pero si con valiosos aprendizajes.  

PD1: Para rematar, al tiempo, estamos a travesando otro episodio de diarreas gracias a la salida de los dientes. Tiene 3 a punto de brotar. Ahhh y mi garganta no da tregua...sigo con ella bastante irritada.

PD2: me encantó ver que la pediatra que nos atendió tenía en su bata un botón que decía "Yo apoyo la Lactancia Materna". Ese simple detalle me dio tranquilidad para hablar del tema con ella y por supuesto, se porto a la altura, de lo más natural. Nada de caras de reproche ni asombro. Que bien!!!



21 septiembre 2011

Operación Ducha II

Hace ya casi dos meses que les conté en ésta entrada, que mis intentos por bañar a Sara en la ducha habían sido todo un fracaso. La verdad es que después de tantas malas experiencias, me olvide por completo del tema, y decidí no torturarla más con mi insistencia. Solo hasta el sábado pasado lo volví a considerar. Estábamos solas en casa y, de repente, pensé que había llegado la oportunidad perfecta para hacer un intento más. 

Corrí y prepare todo. Traje sus juguetes y los metí en la tina, busque toalla, champú y demás artilugios de limpieza. Cerré las ventanas y las puertas del cuarto y del baño, en un intento por conservar el ambiente lo más cálido y acogedor posible. Y después, simplemente me lancé. Tomé muy en cuenta los consejos que he recibido de las mamás que me leen, y entonces, me metí con ella a la ducha. Dedique los 1eros minutos a que reconociera el lugar y a que se interesara en jugar, y lo logré. Se notaba que estaba un poco asustada, pero pude mantenerla segura y tranquila. Y, aunque no se despegó de mi un segundo, se interesó en los paticos y en las maracas que flotaban y brillaban por el agua. Yo, sentada en la tina, y ella, siempre de pie, me abrazaba por el cuello con uno de sus brazos y con el otro, jugaba. 

Luego, poco a poco, fui abriendo el agua. Utilice solo la ducha de mano, con agua muy tibia. Le mostré con cuidado como salía las gotas, mojándole tímidamente las manos. Poquito a poco, el agua llego a las piernas, la panza y la cabeza. Ella me miraba y me abrazaba igual que en los pasados intentos fallidos, pero, en esta ocasión, no hubo nada de llanto. Después, jugamos un rato más y continuamos con el jabón. Para ese punto sentí que estaba un poco más relajada. Aunque, siempre se mantuvo de pie, resistiéndose a sentarse a mi lado en la tina. Creo que disfrutó del jabón, porque entre mis cantos y sus miradas, soltó una que otra sonrisa, mientras miraba las burbujas y la espuma blanca que le hice en la barriga. Otra vez, poquito a poco, le moje las manos, las piernas, el cuello, la cabeza. Y de repente, había terminado el baño. Sin llanto, sin terror, sin sufrimiento. Lo habíamos logrado. 

Aún no canto victoria al respecto, pero creo que es un gran pasó. Después del sábado, nos hemos bañado juntas, en la ducha, otras dos veces. En el baño de hoy hubo más avances. Llenamos un poco la tina y, sin ningún problema, se sentó entre mis piernas y jugó con las maracas chapaleando el agua. La sentí mucho más tranquila y familiarizada. Observando con detenimiento, cada elemento del pequeño espacio, el agua que salía de la ducha, mi cara llena de jabón. Hoy hubo muchas sonrisas, más tranquilidad, más disfrute. Hoy, me atrevería a decir que comenzó a encantarle su baño en la ducha.

13 septiembre 2011

¡A jugar familias! Otra manera de amar

¡A jugar Familias! es un Carnaval de Blogs abierto a todos de El Blog de Sarai Llamas para el mes de la Crianza con Apego 2011 con el cual se pretende hacer un llamamiento a todos los padres invitándolos a jugar con sus hijos y a compartir con ellos un tiempo precioso y de un valor incalculable.

Jugar juntas es algo que, Sara y yo, hemos ido descubriendo de a poco. Cuando estaba aún más pequeñita, me encantaba balancearla apretada a mi pecho hasta que su cara se iluminaba de emoción y pequeñas carcajadas flotaban por el aire. Ahora, que ya es toda una niña, que corre y camina, nos encanta perseguirnos por toda la casa. O refugiarnos bajo las cobijas a descubrir como la luz se cuela por entre el tejido, a señalar los círculos de colores de su manta, a hacernos cosquillas en medio de abrazos y besos, a disfrutarnos.

Hace poco descubrimos que juntas es más divertido escuchar "Pim Pon", y nos sentamos por horas en el sofá a corear (cada cual en su lengua) mil canticuentos de un cd interminable. Jugamos también a gatear, y cuando lo hacemos, a Sara le encanta subirse en mi espalda, y gritar con locura y emoción, mientras me persigue y me llena de besos y abrazos apenas me alcanza. Jugar a abrazarnos es maravilloso y ella sabe que cuando yo abro mis brazos de par en par, lo único que tiene que hacer, es sonreír y correr a toda velocidad para encontrarse, en pocos segundos, calientita en mi regazo. 

El parque es nuestra cita obligada de todos los días, siempre y cuando el sol nos invite a salir, con sus largos rayos brillantes. Recolectar hojas es de nuestros juegos preferidos, mientras descubrimos que los mejores juguetes están allí, en la naturaleza. Subirse al rodadero caminando, agarrada de mi mano, es su gran hazaña. La parada en los columpios es obligatoria. Meciéndonos de un lado a otro, muy juntitas, sentimos cosquillas en el estómago, mientras el aire nos acaricia, suave y sutilmente. 

Las escondidas es de los juegos que más disfrutamos desde que era muy, pero muy pequeñita. Y no me refiero a esconderme debajo de la cama, o detrás de la puerta, ni mucho menos a contar hasta 10. Para desaparecer ante sus ojos, basta con tapar mi cara con la almohada o con cubrirme los ojos con las manos. Las carcajadas son inigualables. La cara de felicidad y de sorpresa, insuperables. Algo tan simple, es diversión en toda la extensión de la palabra. Y ni que decir de "pescar palomas" a través la ventana. Me abraza y mientras la cargo, busca las palomas en el cielo, en los edificios, en los cables de la luz. Y las sigue con su mirada hasta el horizonte mientras alzan vuelo. 

Jugar con Sara es la mejor manera de conocernos, de entendernos. De sabernos felices, cómplices, amigas. De descubrir el mundo, de aprender, de explorar. De fortalecer nuestro lazo, de hacer irrompible nuestro vínculo. Jugar no es más que otra manera de amar.



09 septiembre 2011

Una tarde con papá

El sábado pasado Sara se fue toda la tarde con su papá para donde mi suegra. Fue la 1era salida, sola con su papá, por más de 30 minutos. Yo ofrecía un baby shower en la casa para una prima que pronto va a tener bebé y, realmente, la labor de mi esposo ese día era hacerse cargo de Sara, porque la señora que me ayuda no viene los fines de semana y yo tenía que preparar todo para la reunión. 

Mi esposo estaba un poco reacio. De hecho, a la 1era sugerencia de que saliera toda la tarde con la beba, para que yo pudiera hacer todos los preparativos con calma, me dijo que "no". Yo preferí no insistir. Creo
que este tipo de cosas deben darse de manera natural, no en tono de obligación. Sin embargo, después de que mi suegra y mi cuñada le solicitaran, varias veces, que les llevará a Sara, me pidió preparar la pañalera y, casi sin despedirse, se la llevó. Yo, con todo lo que tenía que hacer, realmente, no le puse mucha "tiza" al tema. Aunque cuando ya los vi salir en el carro sin mí, me dió un poco de cosa. Sin embargo inmediatamente pensé que esta era una excelente oportunidad para que mi pequeñita comience a pasar más tiempo con su papá y con toda la familia, sin que yo esté siempre presente.


Más o menos como a los 15 minutos de haberse ido decidí llamar para ver como estaba todo. Mi esposo, muy orgulloso, me contó que ella estaba de maravilla. Toda el plan fue un éxito de principio a fin. Primero: Sara no lloró en el carro - lo que era mi gran preocupación, ya me la imaginaba llorando a grito herido, poniéndole los pelos de punta a mi esposo, quien iba a terminar devolviéndose, con cara de "yo te lo dije"-.
Segundo, socializó perfectamente con su tía y su abuelita, y la pasó feliz: recién llegaron donde mi suegra solo quería con papá, pero a los pocos minutos estaba dichosa jugando y bailando con mi cuñada. Me contaron, al día siguiente, que era solo sonrisas y abrazos para todos. Tercero: papá, tía y abuela disfrutaron de la pequeña a sus anchas, sin la presencia de "mamá" que, sin querer, les quita la oportunidad de mimarla y disfrutarla plenamente. La visita se extendió casi hasta las 7 de la noche y ella estaba feliz. De regreso, más tranquila imposible, tanto, que llego dormida a casa. Conclusión: la operación "Tarde con papá" fue un éxito rotundo.

Como se podrán imaginar, casi que inmediatamente comencé a pensar en todo lo que puedo programar, ahora que sé que mi esposo y mi hija son capaces de pasar 4 horas felices sin mí: almuerzo con las amigas, tarde de cine, de compras, de peluquería, en fin... se me hace agua la boca. Me alegro mucho que mi esposo, por fin, se haya decidido a encargarse de Sara él solito, de vez en cuando. La verdad es que yo le venía insistiendo en el tema desde hace algún tiempo pero siempre me sacaba excusas: que si llora y no se calla, que si quiere teta, que si solo quiere a mamá...creo que las excusas se acabaron!! ;D

06 septiembre 2011

Sin derecho a quejarnos


Creo que ayer descubrí porque son muy pocas las mujeres-madres que se atreven a contarle a las futuras mamás, que la maternidad no es solo felicidad, sino que también está llena de momentos agridulces y difíciles. La concepción de que la maternidad es un estado perfecto donde todo transcurre en calma y paz, levitando con una sonrisa permanente de oreja a oreja, transciende todos los ámbitos. Estamos tan impregnados de imágenes que nos transmiten una idea rosa y romántica al respecto, que para la  mayoría de los círculos sociales parece una herejía ver una mamá que se niega a continuar propagando la farsa gritando a los cuatro vientos, que se siente mal, que no sabe qué hacer, que no puede más. Esas mamás valientes son miradas como bichos raros y, en el peor de los casos, tildadas de flojas, escandalosas y exageradas. Desde hace varios días he tenido que escuchar cómo se critica a una nueva mamá que se siente sobrepasada por la maternidad y, que sin ningún temor ni tapujo lo ha contado, seguro buscando alguna explicación a sus expectativas insatisfechas. Ayer, me tocó otra tanda de "pero que exagerada", "pero que poca voluntad tiene", "quien dijo que ser mamá es así de dificil como lo pinta". Y ya no aguante más. No saben como me afectan este tipo de cosas. Me resulta muy triste e injusto ser espectadora, y reconozco que a veces me falta claridad mental y fluidez de palabra para explicar el tema de manera clara, lógica y coherente. Sobretodo cuando la indignación me embarga.

En este tema yo solo puedo hablar por mi, desde mi experiencia personal y, tal vez, desde la experiencia de varias de las mamás de mi tribu. Y lo que sé muy bien al respecto es que desde que una mujer se convierte en madre se enfrenta permanentemente a muchas presiones y cuestionamientos, cuando debería ser todo lo contrario: lo único que necesitamos las madres recientes es apoyo y comprensión; una voz cercana que nos soporte llenándonos de tranquilidad y de confianza, mientras nosotros podemos comenzar a digerir todo lo que nos está pasando. Por el contrario, estamos rodeadas de un montón de gente que opina desde el desconocimiento y que ante un comentario que no cumpla con los estándares de una "feliz mamá", no abrazan, no alientan, sino que aplastan de manera desconsiderada, saboteando la autoconfianza de la madre y la relación mamá-bebé. Lo peor de todo es que lo hacen sin siquiera caer en cuenta de lo que propician, respaldados en sus buenas intensiones. 

Al parecer, socialmente, para la mujer puérpera solo hay una opción: ser feliz sin derecho a quejarse. Cualquier otra variante, la pone directo en la picota pública. Entonces, con esta situación la ecuación es sencilla: si expresar sin tapujos que te sientes inmensamente sola, que no sabes ni para dónde vas ni de dónde vienes, que la lactancia es difícil y agotadora, que no hay nada más triste y deprimente que mirarte al espejo, que a veces no quieres ni que te determinen pero que si nadie lo hace pareces morirte, que todo tu mundo se convirtió en algo caótico e incontrolable, te expone a las criticas, es más conveniente decir lo que los demás quieren oír y guardar para nosotras lo que realmente sentimos. Por eso, las mamás callamos o mentimos a cerca de experiencia de ser mamá. Generalmente nos sentimos cohibidas de expresar lo que nos pasa, porque nuestra experiencia no coincide en nada con la versión azucarada que nos habían contado acerca de la maternidad. Y eso no quiere decir que no amemos con locura y sin medida, a ese pequeñito/ta que nos ha cambiado la vida. No, simplemente también nos pasan muchas otras cosas, menos amables, menos fascinantes y mucho más desafiantes, que además no podemos compartir. En definitiva, son escasos los espacios en los que nos sentimos libres de abrir nuestra alma y corazón para contar la realidad, sin sentirnos juzgadas. Frente a esa presión, la mayoría de las mujeres calla o finge ser pura felicidad, perpetuando, sin querer, un mensaje equivocado para todos. 

Y al final, no entiendo cual es el problema de decir y enfrentar la verdad. El hecho de que la maternidad no sea un cuento de hadas, no es ni malo ni bueno, es la realidad. Y qué bueno sería para madres e hijos, y para el bienestar final de toda la sociedad que se llamara a las cosas por su nombre, sin juicios de valor. Es increíble que las mamás no tengamos derecho a ser sinceras con la vorágine de sentimientos y cambios que nos atropellan cuando nos encontramos con un bebé en brazos. Se nos niega el derecho a decir lo que sentimos y a encontrar la deseada comprensión. Y claro, cuando existe una mamá valiente que se atreve a decir lo que la mayoría no, medio mundo le cae encima, condenándola sin ni siquiera escuchar con atención sus argumentos. Ser mamá es hermoso, pero es duro, es difícil, es desestabilizador. Tal vez para unas sea menos traumático que para otras, pero en general, todas pasamos por situaciones y sentimientos muy parecidos, donde vemos nuestra vida patas arriba, sin saber muy bien cómo hacernos cargo hasta de las cosas cotidianas que antes eran tan sencillas de resolver. Lo cierto es que ya está bueno de callar. ¿Qué hay de malo en eso?, ¿por qué no podemos decirlo?, ¿no tenemos ni siquiera derecho a quejarnos, a desahogarnos?

02 septiembre 2011

Des-interés

Algunos habrán notado, sobretodo en twitter, que llevo varios días un poco desconectada, cosa que no es nada habitual en mí. No sé cuál es la razón pero no me apetece para nada el computador, muchos menos el BB. No me muero por estar navegando, mucho menos siento (las normales) ansias de devorar todos los blogs que encuentro a mi paso, ni siento el permanente interés por no perderme ni un tweet de mi timeline. 

Tampoco he tenido muchas ganas de escribir. Después de casi 10 meses escribiendo mínimo una vez por semana, de pronto, no siento tantas ganas. Y no es que no tenga tema, de hecho tengo en mente varias entradas (una sobre "Una nueva maternidad", otra sobre mis positivas experiencias en el parque con Sara, una más sobre nuestra rutina sin rutina, otra sobre el maravilloso libro de Carlos González, "Bésame Mucho", que estoy por terminar de leer), es solo que se me pasa. Los días llegan y se van y no me dan ganas.

También, me he sorprendido inusualmente callada. No me provoca mucho hablar, y quienes me conocen saben que eso si es bien raro en mí, porque soy una parlanchina consumada. De hecho, me ha costado mucho hacer MamáPos, y públicamente he culpado de mi desidia a la falta de tiempo, aunque en el fondo sé que no es más que desconcentración, puro y físico des-interés. Si, des-interés...pero no en el sentido peyorativo de la expresión. Es más bien como si este no fuera el momento de "esas" cosas que me gusta hacer, es como si este fuera el tiempo de interesarme en algo más. Y no es que este mal de ánimo, ni que tenga la depre, es, simplemente, que mi cabeza está en otro lado. 

Tal vez sea una especie de etapa de reflexión interior, de conversación interna, donde no necesito un interlocutor, sino que necesito escucharme sólo a mí, donde estoy re-descubriendo el disfrute de cosas triviales, olvidadas por alguna razón. Tal vez es una re-conexión: al encontrarme des-interesada de mis habituales intereses, me he sorprendido disfrutando más del sol, de la lluvia, de una taza de té, de un paseo hasta la tienda, de un libro, de la música... Me he descubierto des-interesada en muchas cosas, pero más interesada en mí. Como si por 1er vez después de 13 meses comenzara a recuperar la consciencia propia como persona, como individuo, más allá de mi rol de madre, más allá de Sara. 

No sé si me explico, pero en el fondo es como si muchas piezas de quién soy yo, de quien he sido por 30 años, comenzaran a re-encajar de manera armoniosa después de haber estado guardadas en el fondo del cajón de mi vida, dándole prioridad a las nuevas fichas que aparecieron cuando me convertí en mamá. Es una sensación nueva, y extraña. De cambio y conmemoración a la vez. Siento que estoy asimilando nuevamente mi vida y que estos espacios colmados de des-interés, no son más que necesarias capsulas de tiempo para poder entender, para poder digerir, para comprender, para asimilar. 

Supongo que en algún momento la etapa culminará y volverá el interés, y regresaré a ser y a sentirme "normal" otra vez, concentrada en lo habitual, conectada con ustedes y con el mundo, otra vez.
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